El apagón generalizado en Europa hoy expone la fragilidad de la dependencia total del cloud computing. Para pymes que operan 100% en la nube, como con Holded, la desconexión significa cierre de puertas. Si bien se considera un evento puntual, una interrupción prolongada podría ser catastrófica, dejando millones de operaciones inconclusas y una lenta resolución de incidencias. Como advirtió Eric Schmidt, la centralización tecnológica conlleva fragilidad. Este evento obliga a repensar la estrategia digital, buscando modelos híbridos y planes de contingencia para evitar que la dependencia digital se convierta en ruina. La resiliencia debe primar sobre la mera eficiencia.
El silencio digital se ha cernido hoy sobre España, Portugal y amplias zonas de Europa. Un apagón generalizado de la red eléctrica y, consecuentemente, de internet, ha dejado en evidencia la fragilidad de un tejido empresarial cada vez más dependiente de la ubicuidad de la nube.
Para innumerables pequeñas y medianas empresas (pymes) y autónomos que han depositado su operativa en plataformas de gestión integral en la nube, como Holded, la realidad hoy es contundente: persianas digitales bajadas y la actividad paralizada por completo. No porque holded no esté disponible, que lo está. Sino porque las empresas no tienen conexión. Así de simple.
El recurso está, pero para ti es inaccesible.
La promesa del cloud computing, con su escalabilidad, flexibilidad y reducción de costes en infraestructura, ha seducido a un número creciente de negocios. Herramientas como Holded, MetriCool, Odoo, HubSpot o cualquier otra que se te ocurra, en el ámbito que sea, se han convertido en el centro neurálgico de su día a día, gestionando desde la facturación y la contabilidad hasta el inventario y la relación con los clientes, estrategias de marketing y un largo etcétera.
Sin embargo, la desconexión repentina revela una verdad incómoda: la comodidad de la centralización conlleva una vulnerabilidad sistémica ante fallos a gran escala.
Como Eric Schmidt, ex CEO de Google, señaló en una entrevista sobre los riesgos de la centralización en la tecnología: «La historia de la tecnología está llena de ejemplos de cómo la centralización puede llevar a la fragilidad y a puntos únicos de fallo.» Hoy, esta afirmación resuena con una fuerza inusitada en los negocios que ven cómo su capacidad operativa se desvanece con la falta de conexión.
Te lo diré en otras palabras. ¿Has podido vender o comprar hoy? ¿Has podido hacer tu pedido urgente de compras? ¿Tus clientes han podido usar el datáfono? ¿Has podido subir la persiana eléctrica? ¿Y bajarla para poder cerrar hasta mañana? ¿Y el sistema de alarma y seguridad? ¿Seguirá operativa y conectada a la centralita de Securitas? Porque la plataforma de Securitas es posible que siga operativa, al igual que los servidores del banco -que estaría por ver-, pero los nodos de comunicación y la red de transporte, ¿están disponibles? ¿No, verdad? Pues eso.
La justificación habitual ante este tipo de escenarios suele ser la de un evento puntual, una anomalía que se resolverá en horas. Horas que, con el paso de las horas, se han convertido en muchas horas. ¿Qué sucederá cuando la «puntualidad» se extienda a días? ¿Qué ocurrirá con las operaciones que quedaron a medio camino en el instante fatídico del apagón? Imaginemos la miríada de transacciones inconclusas, pagos online suspendidos, transferencias bancarias en el limbo, confirmaciones de pedidos sin enviar. Potencialmente, millones de interacciones digitales congeladas, abriendo un abanico de errores e inconsistencias cuya resolución se antoja titánica.
La pregunta sobre la recuperación de estas operaciones inconclusas plantea un horizonte incierto. ¿Cuándo se arreglará ese pago a un proveedor que quedó en estado pendiente? ¿Cuándo se confirmará ese cobro a un cliente que nunca llegó a registrarse? La experiencia nos dice que la resolución de incidencias masivas suele ser un proceso lento y laborioso.
Como Satya Nadella, CEO de Microsoft, ha reconocido en múltiples ocasiones al hablar de la complejidad de los sistemas distribuidos: «La resiliencia no es solo sobre evitar fallos, sino sobre la capacidad de recuperarse rápidamente de ellos.» En este contexto, la magnitud del apagón y la cantidad de empresas afectadas sugieren que la recuperación de la normalidad podría extenderse mucho más allá de lo deseable.
El caso de las pymes y autónomos que dependen de Holded es paradigmático. Y no es que me quiera cebar con esta plataforma. En absoluto, solo que su liderazgo en el ámbito de lo pequeño, empresarialmente hablando, en España, es lo suficientemente importante como para usarlos de santo y seña.
Sin acceso a la plataforma, tu capacidad para facturar se detiene, la gestión de tu tesorería se oscurece, la comunicación con clientes se interrumpe y la visión general de tu negocio se difumina. Es como si, de repente, las luces de su oficina se apagaran y las puertas se cerraran, pero en un sentido digital.
Esta dependencia ciega de la nube plantea interrogantes serios sobre la estrategia digital de las empresas. ¿Se ha priorizado la eficiencia y la reducción de costes por encima de la resiliencia y la autonomía? Como el pionero de internet Vinton Cerf advirtió hace años sobre la necesidad de una infraestructura digital robusta y descentralizada: «La fragilidad de la infraestructura de internet es una preocupación constante. Necesitamos arquitecturas más resilientes y distribuidas para evitar puntos únicos de fallo.» Sus palabras hoy adquieren una relevancia escalofriante.
La posibilidad de que un apagón se prolongue durante tres, cinco días o incluso más, dibuja un escenario catastrófico para muchas empresas. La incapacidad de operar durante un período extendido no solo genera pérdidas económicas directas, sino que también erosiona la confianza de los clientes, dificulta el cumplimiento de contratos y puede dañar irreparablemente la reputación de un negocio. Para algunas pymes con márgenes ajustados, esta inactividad forzada podría ser la antesala de la ruina.
Más allá del apagón actual, la dependencia de terceros en procesos tan sensibles expone a las empresas a una serie de riesgos inherentes al modelo del cloud computing. El cierre inesperado del proveedor del servicio, huelgas que afecten a su infraestructura, incrementos unilaterales de tarifas o, incluso, un ciberataque masivo a sus servidores, son escenarios que, aunque puedan parecer remotos, tienen el potencial de paralizar la operativa de miles de empresas simultáneamente.
Como Ginni Rometty, ex CEO de IBM, señaló al hablar sobre la importancia de la confianza en la era digital: «En la economía digital, la confianza es la moneda de cambio más importante. Las empresas deben construir ecosistemas digitales resilientes y seguros para mantener esa confianza.» Un apagón como el de hoy socava esa confianza, tanto en la infraestructura digital como en la capacidad de las empresas para garantizar la continuidad de su negocio.
Ante esta realidad, se hace imperativo reconsiderar la estrategia de adopción del cloud computing. Modelos híbridos que combinen infraestructura local para operaciones críticas con la flexibilidad de la nube, o bien estrategias multi-cloud que distribuyan la dependencia entre varios proveedores, emergen como alternativas más resilientes. La implementación de planes de contingencia robustos, con protocolos claros de comunicación y alternativas operativas en caso de interrupción del servicio, deja de ser una opción para convertirse en una necesidad.
La creación y el mantenimiento de copias de seguridad de datos críticos fuera de la infraestructura principal del proveedor de la nube es otra medida esencial para mitigar los riesgos. Asimismo, una evaluación rigurosa de los Acuerdos de Nivel de Servicio (SLAs) y una comprensión profunda de las garantías de disponibilidad y los protocolos de respuesta de los proveedores son cruciales antes de delegar la totalidad de la operativa en la nube.
En definitiva, el apagón que hoy azota Europa es un duro recordatorio de que la centralización de recursos digitales, si bien ofrece innegables ventajas, también crea puntos únicos de fallo con consecuencias potencialmente devastadoras. La comodidad y la eficiencia no pueden ser los únicos criterios a la hora de diseñar la infraestructura tecnológica de una empresa.
La resiliencia, la autonomía y la capacidad de operar incluso en escenarios adversos deben ocupar un lugar central en la estrategia digital del siglo XXI. La pregunta ahora es si esta «noche oscura» digital servirá como catalizador para una reflexión profunda y un cambio de paradigma en la forma en que las empresas conciben su dependencia de la nube.
O si mañana, o pasado, quién sabe, todo será historia.
Y seguiremos en las mismas, hasta el próximo apagón.
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