El morbo como monda de cambio: Alcorcón, bomberos y Javis

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Reflexión sobre los límites morales en la era digital

Ayer día 2 de abril, un incendio en un garaje en Alcorcón en el que al parecer se prendió fuego un vehículo eléctrico, dejó una imagen que se viralizó (hasta cierto punto, porque cada vez somos más inmunes al dolor de otras personas): dos bomberos abrazados, conmocionados tras la muerte de dos compañeros en el siniestro.

La foto fue tomada por un usuario de Twitter, Javi, quien la compartió en redes sociales. Pronto, los medios de comunicación la pidieron para difundirla, a lo que Javi accedió con una condición: que le mencionaran. Y aquí es donde empieza la verdadera reflexión.

¿Información o morbo?

Javi no pidió dinero, no comercializó la imagen, pero exigió reconocimiento. En ese momento, la tragedia pasó a un segundo plano y la atención se centró en quién la contaba. Su protagonismo importaba más que la propia historia. Es la lógica de nuestros tiempos: la visibilidad como moneda de cambio.

Uwe, otro usuario de Twitter, criticó la acción de Javi con dureza. Usó insultos (le llamó «cerdo»), lo que le restó credibilidad ante muchos, quienes a su vez desmontaban su argumento, no por el fondo, sino por la forma. Pero su argumento no dejaba de ser válido: se había capturado y difundido un momento de profundo dolor sin consentimiento, para luego cederlo a los medios, que lo explotaron (y explotarán) por su impacto emocional.

Sin embargo, como decía, quienes defendieron a Javi se centraron más en los insultos de Uwe que en el problema de fondo. Y es que así funciona el debate en redes: se desactiva la discusión sobre el hecho, sobre la ética en este caso -la foto-, centrándose en la forma, en los adornos.

Monetizar el dolor

Aquí no hablamos de una transacción económica, sino de una transacción social. La viralidad, aunque efímera, se percibe como una oportunidad: más seguidores, más atención, una puerta entreabierta hacia la relevancia. La popularidad se ha convertido en un sinónimo de éxito y, por extensión, de oportunidades futuras.

Pero la visibilidad de hoy es efímera y, lo que es peor, a veces se consigue a costa de traspasar límites morales básicos. Tomar fotos del sufrimiento ajeno sin consentimiento, grabar tragedias en vez de ayudar, compartir imágenes dolorosas solo para sentir por unos minutos que se es «alguien importante»… ¿Qué ganamos realmente con eso? Cada vez menos.

Alternativas éticas: informar sin explotar

El problema no es el periodismo ciudadano. Al contrario, muchas veces -la mayoría de las veces- suple la falta de rigor y rapidez de los medios tradicionales, que han degenerado en máquinas chapuceras de clickbait. El problema es la falta de criterio y respeto con la que se ejerce.

Javi pudo haber informado sin explotar el morbo. Una imagen del cordón policial, del hospital de campaña, del humo saliendo del garaje… habría dado contexto sin exponer a personas en un momento de vulnerabilidad extrema. También pudo haber usado su altavoz para hablar de la causa del incendio (un coche eléctrico en un garaje cerrado) y los riesgos que ello implica. Pero eligió el drama en primer plano.

Lo peor de todo es que, probablemente, Javi ni siquiera sea consciente de esta dinámica. Para él y para muchos, esto es lo normal. Porque vivimos en tiempos en los que la visibilidad fácil ha sustituido a la verdadera relevancia.

El problema no es de Javi.

Es de todos.

Uwe solo ha sido alguien que lo ha señalado y, por contravenir los dictados de la multitud, criticado y señalado. La pregunta es que habría pasado de haberse dado la vuelta a la tortilla. Si Uwe no hubiera sido vecino, no hubiera conocido a los bomberos, si no hubiera estado en un momento de especial sensibilidad por testimoniar también en primera persona lo sucedido, ¿habría hecho lo mismo que Javi? Y Javi, ¿habría hecho lo mismo que Uwe? No sería extraño que así fuese.