Hace unos días, al desbloquear el móvil, Google me ofreció una joya del periodismo moderno en su sección de contenidos recomendados (creo que se llama Google Discover, aunque bien podría llamarse Google Desinforma). El titular era una maravilla distópica digna de tabloide sensacionalista:
“La inteligencia artificial estará lista para hacer todo el código conocido entre 2025 y 2026, dejando a los desarrolladores sin trabajo”
Publicado por La Vanguardia y firmado por Judith R. Iglesias.
Lo abrí. Y me encontré justo lo que esperaba: una pieza superficial, llena de generalidades y frases copiadas de entrevistas mal digeridas, sin una pizca de criterio técnico ni contraste.
Un trabajo de «copia y pega» con brochazos de ciencia ficción y citas descontextualizadas.
Ni análisis, ni profundidad, ni comprensión real del tema.
Google y los medios: una alianza para premiar la mediocridad
Lo más preocupante no es que La Vanguardia publique este tipo de contenido. Lo realmente alarmante es que Google lo impulse activamente, posicionándolo por encima de artículos especializados, papers técnicos o voces con experiencia real en IA o desarrollo de software.
¿Por qué?
Porque el algoritmo privilegia clics, no calidad.
El resultado es un círculo vicioso: los medios producen basura superficial para agradar al algoritmo, el algoritmo la posiciona como “autoridad” y el lector común la consume creyendo que está leyendo algo serio.
La muerte lenta de la autoridad real
En teoría, medios como La Vanguardia aún gozan de esa etiqueta intangible de “fuente fiable”. Pero cuando publican artículos que parecen redactados por alguien que no distingue entre HTML y un compilador, la palabra “autoridad” pierde todo su peso.
Citar a Dario Amodei, CEO de Anthropic, y reducir sus palabras a una especie de profecía apocalíptica sin contexto, sin explicar lo que realmente significa code automation, sin hablar de los límites técnicos actuales, es no solo perezoso: es una falta de respeto al lector. Y a los profesionales. También.
Y lo peor es que esto no es una excepción, sino la norma en gran parte del periodismo pseudo-tecnológico actual. Periodistas sin conocimiento técnico redactando sobre IA como si hablaran de fantasmas. Así es como el periodismo pierde su prestigio: no por culpa de la IA, sino por culpa de los propios periodistas.
¿Quién destruye realmente los empleos?
El artículo plantea que la IA pondrá fin a la profesión del programador. Pero la ironía es que lo que sí parece estar en riesgo de extinción es el buen periodismo. Porque si lo que se publica es esto —contenidos genéricos, inflados, sin criterio— entonces sí: la IA puede hacerlo mejor, y gratis.
Basta con un generador de resúmenes y una pizca de clickbait para igualar (o superar) lo que muchos medios producen hoy en día.
Y como contraparte, la noticia recientemente salida en medios especializados en la que señalaban que IBM ha contratado a más de 8.000 trabajadores, específicamente para el área de ventas y programadores, tras los 7.300 despidos de los días grises de 2023. Ambas situaciones, despidos y contrataciones, fruto de la implantación de las IAs, que sustituyen el trabajo básico -redactar contenido genérico- creando la oportunidad para el trabajo especializado -programar-.
La verdadera pérdida: la filosofía de Internet
Internet nació como una red descentralizada de conocimiento libre, impulsada por comunidades técnicas, académicas y creativas que compartían información rigurosa, ideas abiertas y herramientas para pensar críticamente. Hoy, esa filosofía está bajo ataque.
- Los algoritmos premian la viralidad, no la verdad.
- Los medios tradicionales se agarran a su autoridad sin justificarla.
- Los periodistas se transforman en repetidores sin criterio, en lugar de guías informados.
En este entorno, lo más valioso —la capacidad de pensar con profundidad— se ahoga en un mar de ruido.
¿Y los programadores?
No, la IA no va a “hacer todo el código” en 2026. Puede generar fragmentos útiles, sí. Puede automatizar partes del flujo, claro. Pero no entiende contextos complejos, no toma decisiones arquitectónicas, no innova ni crea valor por sí misma. La programación es un proceso intelectual, colaborativo y creativo. Y eso, por ahora, no se puede automatizar.
El artículo de La Vanguardia no solo desinforma: desprestigia al periodismo, degrada el ecosistema digital e insulta a la inteligencia del lector.
Y Google, al promover este tipo de contenido, actúa como cómplice silencioso de esa degradación.
La próxima vez que leas algo como “la IA va a dejar sin trabajo a los desarrolladores”, no mires a los programadores con lástima. Mira a los periodistas, y pregúntate: ¿quién está realmente escribiendo tonterías que podrían (y deberían) ser reemplazadas por una máquina?