Desde que las IAs generativas como ChatGPT se hicieron públicas y accesibles, han provocado un cambio de paradigma en la forma en que trabajamos, aprendemos y nos enfrentamos a la resolución de problemas.
En mi actividad profesional utilizo estas herramientas a diario en tres ámbitos: la creación de contenidos para marketing digital, la programación y el soporte en consultoría. Además, como formador, las integro desde el primer momento en mis cursos de SEO, marketing digital y programación web.
Esta integración no es casual ni superficial. Forma parte de una convicción profunda: la inteligencia artificial, bien usada, no sustituye al humano, sino que lo potencia. Y esto es especialmente evidente en el campo de la programación.
IA como herramienta de aprendizaje y potenciación
Uno de los debates más intensos que se da hoy en los entornos educativos y profesionales es si el uso de IA está llevando a una pérdida del esfuerzo individual y de la comprensión profunda.
Pero lo que observo cada día es que se están diferenciando claramente dos perfiles de usuarios:
- Los que utilizan la IA para evitar aprender.
- Los que utilizan la IA para aprender más rápido, mejor y lograr resultados más ambiciosos.
Esta segunda categoría es la que representa lo que IBM llama Inteligencia Aumentada:
Una colaboración entre la inteligencia humana y la artificial que eleva el rendimiento, la productividad y la calidad del trabajo.
Una IA no sustituye al conocimiento. De hecho, para aprovecharla bien necesitas tener una base de comprensión. No puedes pedirle que escriba una función en Python sin entender qué problema resuelve esa función.
Pero una vez tienes el conocimiento, trabajar con una IA es una gozada: automatizas tareas repetitivas, validas ideas rápidamente, mejoras tu código en tiempo real y puedes concentrarte en lo verdaderamente importante: el diseño lógico de las soluciones.
Es tentador pensar que una IA puede sustituir por completo al programador. Después de todo, escribe código, sugiere soluciones y detecta errores. Pero esta visión es incompleta. Las IAs generativas están entrenadas con datos existentes. Eso significa que pueden reelaborar conocimiento previo, pero carecen del contexto específico, de la intención del proyecto, de la visión creativa o estratégica.
Ahí entra el humano.
Un buen programador sabe que la IA es como tener un copiloto experto, no un piloto automático. Tú decides la ruta. Tú entiendes las restricciones del negocio, del cliente, del entorno. La IA propone, sugiere, escribe, incluso explica. Pero quien da sentido al proyecto eres tú.
Por eso, en mis cursos de programación, la IA está presente desde el primer día. No para que haga el trabajo por el estudiante, sino para que le enseñe cómo hacerlo. Les muestro cómo formular buenas preguntas, cómo pedir ejemplos, cómo validar el código que reciben. Les explico por qué una respuesta puede ser parcialmente incorrecta y cómo refinarla. En definitiva, les enseño a trabajar en términos de colaboración, no de dependencia.
Este enfoque ha demostrado ser tremendamente eficaz. El aprendizaje se acelera, la motivación aumenta y el estudiante desarrolla competencias clave como el pensamiento crítico, la validación de información y la resolución de problemas complejos.
IA como motor de productividad
En el día a día profesional, las ventajas son aún más evidentes. Reducción de tiempos de desarrollo, generación de pruebas unitarias, documentación automatizada, explicación de errores complejos, refactorización de código antiguo… La IA se ha convertido en un asistente técnico incansable.
Pero hay algo más importante: cuando no tienes que preocuparte por la sintaxis, puedes dedicar tu mente a pensar en grande. A imaginar nuevas funcionalidades, a diseñar mejores arquitecturas, a planificar la escalabilidad de tu sistema. Esa es la verdadera revolución: liberar el potencial creativo del programador.
Hoy, la IA no es un lujo ni una curiosidad. Es una herramienta indispensable para cualquier profesional que quiera mantenerse vigente, competitivo y relevante. Pero como cualquier herramienta poderosa, requiere responsabilidad, conocimiento y criterio para ser usada correctamente.
No temas usarla para aprender.
No temas usarla para acelerar tu trabajo.
Pero asegúrate de que quien lleva el timón eres tú. La IA te puede acompañar, pero la visión, el juicio y la dirección deben ser tuyos.
La inteligencia artificial, bien utilizada, no te sustituye. Te impulsa. Te amplifica. Te transforma.
Y esa, para mí, es la mejor noticia que podíamos recibir como profesionales y como formadores en una era de cambio vertiginoso.