Que vivimos tiempos poco propicios para la libertad creativa y de expresión es algo que ni tan siquiera los voceros mejor pagados de los distintos establishment nacionales niegan.
(Porque sí, esto ya no es un problema de bandos sino de intereses y utilidad para quienes ejercen poder. Aunque supongo que a ti esto te da igual. Después de todo no vives tan mal.)
Para entender lo que le ha pasado a Pável Dúrov, y no es que sea alguien a quien pueda admirar, la verdad, prefiero a personajes más siniestros como Elon Musk, imagina que tu padre tiene un bar en el barrio. Uno de esos de toda la vida. Donde se reúne todo tipo de gente.
Y un buen día le detiene la policía al abrirlo a las 6am porque, fíjate tú, ha permitido que se reuniera una malvada banda criminal que ha organizado, mientras tomaba café en la mesa del fondo, el robo al banco local.
Además le acusan de otras fechorías como permitir que algunos camellos del barrio bebieran cerveza en su barra mientras chanchulleaban con algún cliente o algún proveedor.
El delito de tu padre fue permitir que cualquiera entrara en el bar, solo o acompañado, pidiese café o una caña y tratase de sus asuntos en privado mientras consumían.
De lo que se acusa a Pável Dúrov es de permitir exactamente eso. Que gracias a las características intrínsecas y técnicas que definen a la aplicación de mensajería, grupos de delincuentes, narcotraficantes, terroristas y otros malvados que pululan por el mundo, usen esta aplicación.
Y por alguna extraña razón la sincronización permanente ha sido señalada como uno de esos cafés o cervezas servidos por Pável Dúrov por los que se acusa a su negocio.
Para entendernos, la sincronización permanente implica que toda la mensajería y archivos se almacenan en la nube, en los servidores de Telegram, con sede en Dubai, por cierto. Y se puede acceder a ellos desde cualquier lugar con cualquier dispositivo descargando la aplicación en la versión apropiada al entorno que usas o accediendo vía web.
Eso podría implicar (no lo he confirmado) que si borras la app de tu móvil no hay rastro de la comunicación que has tenido con quien sea y sobre lo que sea porque no se almacena localmente. Lo que complica la investigación de cualquier crimen.
También se ha señalado a Telegram de ser un nido de criptobros que se esconden de las haciendas públicas. Recordemos que la compra-venta de criptomonedas, por el momento, no es un crimen. Algunos medios, para poder argumentar que en la cafetería de Pável se trapichea con criptos lo asocian al crimen organizado. Lo que posiblemente sea cierto.
¡Pero qué sabrá tu padre si el paquete que se está vendiendo en la mesa del fondo es legal o no, se hace en A o en B! Puede sospecharlo, obviamente. ¿Pero es el culpable por permitirlo en su local?
Ojo con tu respuesta. Porque también podríamos argumentar que eres culpable por permitir el trapicheo en el piso de enfrente. O que eres culpable por permitir que tal menor vaya conduciendo por el barrio como quien va por un circuito. Porque es tu barrio.
¡Ojo con tu respuesta!
Porque esa deriva nos convierte a todos en policías de balcón a todos, de manera obligatoria, para defendernos.
(Exactamente lo mismo que pasaba en las guerras civiles entre los que se quedan al margen donde los vecinos, y aún los familiares, se denunciaban unos a otros para protegerse a sí mismos, cuando las rencillas formaban parte de su día a día.)
Elucubrar qué hay detrás de todo esto es complejo.
Es obvio que si todo, absolutamente todo, lo que pasa por Telegram está en los discos duros de Telegram sería inocente y absurdo creer que no lo analiza (más ahora que estoy mejorando mi preparación como analista o científico de datos).
Y, obviamente, como tu padre con su cafetería, Telegram sabe lo que se cuece en sus servidores. ¡Claro que sí! Sería muy extraño que la plataforma garantice una comunicación encriptada y segura P2P, almacenando al mismo tiempo esa comunicación en sus servidores, y no tuviera una llave maestra para saber qué es lo que está encriptado. Sencillamente, no me lo creo. La gente no es así de buena.
Eso no quiere decir que tu padre, en su bar, se esté llevando una comisión por esa venta de ese paquete tan raro en la mesa del fondo. Si fuera así entonces es evidente que sería un colaborador.
Pero hay algo más. En España un juez ya quizo cerrar Telegram en el país dado que ahí se mueven, no solo criminales, sino… chan, chan, chaaan…
La libre expresión.
Y, por ende, la disidencia.
Que los gobiernos, de uno u otro color, no puedan saber cómo se organizan grupos como el de las ardillas de Alvise y que las urnas canten lo que cantaron en las últimas europeas es algo que temen profundamente.
E, insisto, es algo fuera de toda ideología. Es algo vinculado con el mainstream actual y el asalto al poder absoluto de las castas políticas y económicas.
Si me preguntas mi opinión, el crimen debe perseguirse y tenemos la obligación moral de colaborar con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. El monopolio de la violencia es de los pocos que le concedo al estado a cambio de que me proteja de la maldad. Renuncio a mi capacidad de ejercer violencia por ese contrato con la Administración Pública.
Pero no quiero renunciar a mi derecho a la libertad de expresión. Incluso si estoy equivocado. Incluso si solo digo estupideces. Las palabras no tienen poder. Lo que tiene poder es lo que tú crees sobre las palabras que escuchas y, en consecuencia, las acciones que decides tomar.
Eres tú, con tus acciones, quien debe hacerse responsable de las consecuencias de las mismas.
No yo porque mis palabras te hayan enfadado, inspirado, motivado, coaccionado o cualquier otro adjetivo con forma de participio pasado.
Pero esa falta de responsabilidad individual nos lleva a señalar al mensajero, matar al mensajero, culpar al mensajero y meter entre rejas al mensajero.
No al delincuente.
Ni al que no quiere asumir las consecuencias de sus obras.
Al mensajero.
Así que Pável Dúrov, en este caso y por este supuesto delito, no debe estar en la cárcel.
Otra cosa es que pueda y tenga las herramientas para combatir el crimen y no desee o no quiera colaborar con el monopolio de la violencia que ejerce el Estado.
Sobre si eso es moral o inmoral también tengo opinión.
Pável es inmoral. Como lo es tu (supuesto) padre en la metáfora inicial de esta reflexión.