Emprender dentro de una organización: FUNCIS

FUNCIS, o la Fundación Canaria de Investigación y Salud, fue mi casa hasta 2009 después de casi 12 años de vínculo laboral directo e indirecto con el Servicio del Plan de Salud de Canarias, luego Servicio de Evaluación y Plan de Salud, luego Servicio de Evaluación de Tecnologías Sanitarias y Economía de la Salud (o algo así), luego…

He perdido la pista.

Y bajo las órdenes del Dr. Pedro Serrano.

Tenía 23 años cuando empecé a trabajar en la antigua Dirección General de Asistencia Sanitaria dependiente de la Consejería de Sanidad y Asuntos Sociales, luego reconvertida en lo que es hoy el Servicio Canario de la Salud.

Me pasaría los próximos 15 años vinculado al sector de la salud pública y, en concreto, a las áreas de planificación, investigación sanitaria, evaluación de tecnologías y economía de la salud. Quince largos años de grandes claros y grandes oscuros. Hasta que me marché, harto de tratar con médicos.

Pero… allí tuve varias iniciativas que me convertían en un intra-emprendedor. que luego fue defenestrado, apartado, silenciado y maniatado para que no hiciera nada más hasta el cierre de sus oficinas en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, el 31 de diciembre de 2009.

En fin, no he creado esta página para desahogarme sino para recordar lo que hice y lo que aprendí. Todo lo demás, es pasado.

Una de las plantillas que más tiempo duró para esta web realizada en Blogger.com.

Trabajé a las órdenes del Dr. Pedro Serrano, de manera directa, desde 1994 hasta 1997, como personal laboral contratado de los que solo podían estar 3 años como máximo en una relación laboral.

Pero, luego, la Consejería me contrató como autónomo para seguir haciendo lo mismo, en el mismo lugar, con los mismos compañeros y compañeras, con el mismo jefe, con las mismas tareas…

(Para que luego se les llene la boca sobre el cumplimiento de la normativa.)

Y así siguió la cosa hasta que en mayo de 1998 se crea FUNCIS y accedo a ella como su primer trabajador. Aunque solo era una cuestión formal ya que todo lo demás siguió igual hasta… que el Servicio y su Jefe fueron apartados (no formalmente pero sí en la práctica) a principio de los años 2000s (no recuerdo cual exactamente) y a mí me mandaron, solo, a abrir a las 8am y cerrar a las 3pm, sin nada más que hacer, a una oficina en la calle Valentín Sanz, casi haciendo esquina con la turística Calle Castillo.

En ese momento se acabaron los terroríficos y extenuantes claros y dio comienzo a unos relajados y tranquilos tiempos oscuros que se prolongarían unos 7 ó 8 años hasta 2009.

Web, encuesta de salud, eventos, analítica descriptiva, pósters, abstracts, plataforma de solicitud online de financiación, biblioteca virtual, plataforma de gestión de la Fundación (en la nube)…

Cuando digo que ejercía la labor de un intra-emprendedor dentro de lo que primero fue el Servicio del Plan de Salud (o alguno de sus sucesivos nombres) y en FUNCIS después, es porque si bien el ritmo de trabajo era, en muchas ocasiones, no siempre, extenuante, participé en un montón de proyectos y trabajos en los que aprendí muchísimo pero también se pusieron en marcha muchas propuestas que surgían de mí.

Hay que reconocer que no como ideas originales (vamos a hacer esto) sino como ideas que solucionaban necesidades (Ángel, quiero hacer esto, cómo lo hacemos).

Recuerdo que lo primero que hice fue elaborar y trabajar con datos, así como editar documentos, más organizar encuentros, reuniones, sesiones de trabajo, talleres, etc. para la elaboración del 1º Plan de Salud de las islas.

Pero una vez elaborado había que difundirlo y el Dr. Serrano, quién se había terminado su formación en USA, quería el Plan en algo que se llamaba Internet y en un formato que le decían página web.

Así que esa fue la excusa para hacer mi primera página web, programada «a pelo» y subida a un servidor con un módem que iba a pata coja, reduciendo las imágenes al mínimo legible para que pesasen lo que un suspiro.

Y, la verdad, era divertido, además de abrir todo un mundo de posibilidades ante mí.

Aunque luego mi idealismo utópico siempre jugó en contra mía, aunque eso es otra historia.

El siguiente gran proyecto en el que participé fue la Encuesta de Salud de Canarias, en la que estuve presente de cabo a rabo.

No solo en la elaboración y diseño de los cuestionarios, siempre con el apoyo y la dirección técnica de algún médico o economista o farmacéutico que había por allí, sino que desarrollé el programa que: (1) serviría para grabar los datos y controlar la calidad de los mismo; (2) analizaría los datos a nivel descriptivo y (3) elaboraría todas las gráficas y tablas para la posterior publicación y divulgación de los resultados. Hecho en Clipper, por cierto.

Y, por supuesto, la posterior página web donde difundir y divugar esos mismos resultados, obviamente. ¡Cómo no!

Entre medias participé en múltiples proyectos menores como InfoSalud, una web que pretendía usar todo los documentos que el Servicio Canario de la Salud, pero también otras áreas de la Consejería de Sanidad como Dirección de Salud Pública, emitía para distribuir entre los centros y que estaban dirigidos a informar y educar a la ciudadanía en distintos ámbitos de los auto cuidados.

InfoSalud fue el encuentro de una idea propia y una idea de nuestro jefe ya que desde el Servicio se usaba para publicar información de salud basada en la evidencia científica mientras que por mi parte me recorría todos las áreas a las que podía tener acceso recogiendo y recopilando folletos informativos para subirlos a esa web.

Fue un proyecto precioso que vivió poco tiempo.

A veces detestaba a mi jefe pero en ese área aprendí, participé en trabajos que eran absolutamente novedosos para mí (por el para qué) y nos reíamos. Mucho.

Después de una etapa de casi una década, algunos años menos, haciendo todo tipo de tareas, desde el Servicio nos habíamos ganado bastantes enemigos. O más que el Servicio, con sus trabajadores y trabajadoras, nuestro jefe.

Digamos que con nosotros era exigente (solo le faltaba el látigo) pero nunca resultó ser mala persona. Sobre todo si sumabas y no restabas. Pero fue duro, en exceso, con quienes no sumaban. Y estando en un ámbito público, con funcionarios y personas acomodadas, eso era lo normal. No siempre, pero sí era habitual.

Así que en los primeros años de la década de los 2000s hubo un cambio político que desembocó en un cambio de Director en el Servicio Canario de la Salud que se encargó de desmembrar al equipo y de desatornillar el Servicio de la Dirección, sacándolo del edificio principal y exiliándolo en el Centro de Salud más alejado que se pudo. Eso no significó su desaparición. Sé que el Servicio siguió haciendo su trabajo (investigar y evaluar) pero ya no era el que estaba en el ojo del huracán (planificando y marcando el rumbo a todo el organismo).

En ese punto, siendo ya empleado de FUNCIS (leer más arriba), me tocó mudarme a una recién estrenada oficina propia en la calle Valentín Sanz.

Al principio seguí haciendo alguna que otra tarea para mi antiguo Servicio hasta que me lo prohibieron expresamente. Solo trabajaría para la Fundación.

Y mi primer trabajo fue abrir y cerrar esa oficina. Durante meses. Durante muchos, pero muchos meses seguidos. Sin nada más que hacer. Parecerá divertido, pero no lo es.

Si vienes de un hábito de hacer, aprender, proponer, donde todo el entorno te elevaba incluso por encima de tus posibilidades formales (recordemos que hablamos de la Administración Pública y yo era un simple FPII), para pasar, de un día para otro, a ser alejado y apartado, donde te prohiben hacer nada (que ya te dirían tus nuevas funciones), ya te digo yo que eso pasa factura. Una gran factura, emocional y psicológica. O al menos a mí, que siempre he sido un culo inquieto.

A partir de ahí todo fue por etapas. En algunos momentos algunos gerentes vieron en mí una herramienta interesante y pusieron en mis manos objetivos y retos ambiciosos. Pero en otras ocasiones volví a mi papel de portero, o amo de llaves.

Antes de todo eso, cuando aún la FUNCIS era controlada por el Servicio de Evaluación y Planificación (ya sabes que tuvo muchos nombres) hice la página web de la Fundación. Y una de las primeras tareas que, ¡por fin!, me encargaban fue rehacer esa web para desligarla visualmente de todo lo anterior y para, además, empezar a construir una organización con su propia imagen corporativa, independiente.

Así que me afané a ello con menús interactivos, fondos que se movían y todo tipo de cosas que en aquel momento empezaban a hacer furor y convertían las webs, incluso por muy sobria que fuera su imagen, en un pequeño circo de cosas móviles.

Algo que propuse al gerente de turno, que no recuerdo cual fue, era crear una plataforma online para las solicitudes de financiación y justificación de proyectos de investigación.

La Fundación existía para, principalmente, repartir unos fondos que le daba la Consejería de Sanidad, entre las distintas Unidades de Investigación de los hospitales públicos, universidades canarias y otras entidades públicas o semi-públicas.

Cada año se lanzaba la convocatoria, estructurada en 4 ó 5 áreas, a las que cada investigador se presentaba con su proyecto de financiación. El problema era la gestión documental, el envío de la información, la recepción, el archivo, la clasificación y un largo etcétera.

Así que montamos en la propia web de la Fundación una pseudo-intranet que servía precisamente para eso. Los profesionales se conectaban a un área con acceso restringido y ahí subían sus solicitudes y documentación, así como modelos.

A través de la plataforma se les comunicaba la resolución y se recibían las subsanaciones. Y a través de la aplicación en la web se presentaba la justificación de gastos. Con un consiguiente ahorro en tiempos y gasto económico.

Otro de los proyectos en los que tuve presencia fue la Biblioteca Virtual, lo que pretendía ser una especie de repositorio de la investigación realizada en Canarias, pero que más allá de su desarrollo y de subir algunas publicaciones no recuerdo que llegase a funcionar plenamente.

En otra ocasión, uno de los gerentes que tuvo FUNCIS, hoy fallecido, un buen hombre que intentó hacer algunas cosas interesantes y que me por primera vez me vio como un recurso que podía aportar mucho más, me planteó como objetivo una aplicación de gestión de la Fundación en la nube.

Para ello monté en la oficina de Santa Cruz de Tenerife un servidor web recomponiendo un ordenador con cachos de otros, utilizando LAMP (Linux, Apache, MySQL y PHP).

Cogí los archivos en Excel que servían para controlar la administración y la contabilidad de la Fundación y me puse manos a la obra. Incluso subí los datos de los últimos años de gestión para que ya existiera algo hecho.

Nunca se puso en marcha. No voy a entrar en detalles pero desde la oficina de Las Palmas siempre pusieron todas las trabajas posibles a la implementación de una aplicación de gestión de la Fundación en la nube sobre la que, además, tenía absoluto control.

Los últimos años en la Fundación fueron un absoluto despropósito a nivel personal, terriblemente agotadores y desgastantes precisamente por no sentirme útil, no tener nada real y práctico que hacer más allá de algunas tareas simbólicas.

Fueron años de cuchicheos, de acusaciones y señalamientos, de amenazas, de enemigos que parecían amigos. No lo recuerdo con agrado. Si bien había familia y gente que me decía que aprovechase, lo cierto es que no supe aprovecharlo.

En vez de empezar a prestar servicios a empresas privadas como segunda actividad aprovechando ese tiempo muerto me llevaba una caja de herramientas y me ponía a montar maquetas. Sí, lo que acabas de leer. Hasta ese punto llegaba mi absoluta inactividad.

Eso solo pudo ser mientras estuve solo. Luego, en los últimos años de la Fundación, los últimos gerentes llenaron Tenerife de trabajadores y trabajadoras. Unos porque eran familia de, otros porque eran conocidos de. De repente había presupuesto para contratar y contratar. Pero realmente no mejoró nada. Y yo ya estaba tan destruido internamente que la verdad es que no era ejemplo de compañerismo. Me había vuelto bastante tóxico en ese sentido. Uno no sabe cuándo puede hundirse en la oscuridad hasta que se hunde. O te hunden.

Pero llegó 2008 y la gran crisis financiera, recortes a mansalva. Comenzaron los despidos y los traslados. Todas las personas que habían entrado en la Fundación tenían contratos temporales o su contratación había sido reciente. Pero yo llevaba desde su creación, en 1998, contratado. Tenía casi 12 años de antigüedad en la empresa. Ganaba una pasta como informático y con 4 pagas extras (por cosas que no voy a contar, alguien se quiso beneficiar del convenio de oficinas y despachos y, de rebote, me benefició a mí también).

Hasta que al final solo quedamos dos. Uno escogió ser trasladado a una nueva administración. Mi compañero tenía avales. Pero yo fui despedido.

O para ser sincero, yo elegí ser despedido. El director de aquel momento me ofreció un trato y pude elegir. Ser movido como mi compañero a otra administración, pero con un contrato nuevo, perdiendo toda mi antigüedad, o despedido de manera improcedente e indemnizado.

Estaba harto de la salud pública y de los médicos.

Elegí marcharme.


Arrepentimientos con FUNCIS

Hay poco de lo que me arrepiento de esta etapa. Mientras me lo permitieron pude ser parte o incluso proponer e iniciar multitud de proyectos, aprendiendo y adquiriendo experiencia muy interesante (aunque luego con poca salida práctica en el mercado laboral cercano).

Sí me arrepiento de haber sido tan inmaduro y no haber entendido más al Dr. Pedro Serrano.

Me arrepiento de haberme dejado dominar por la etapa «oscura» en FUNCIS y no haber aprovechado aquellos años para haber emprendido de manera paralela. Haber creado webs monetizadas que me generasen ingresos.

Aunque sí que llegué a trabajar casi un año de manera paralela para la Fundación Nacional de Ostomía, hoy desaparecida y reabsorbida por otra organización.

Creo que mi principal arrepentimiento, definitivamente, no está asociado con la primera década, sino con los últimos años, con el no haber sabido aprovechar la oportunidad que la vida me estaba dando para iniciar nuevos proyectos mientras cobraba un sueldo por no hacer nada.


Mi principal aprendizaje

Y si bien los arrepentimientos son pocos, los aprendizajes sí que fueron muchos.

Aprendí a planificar, a organizar grupos de trabajo, a crear documentos, a presentarlos, a hacer informes, estadística descriptiva y estadística inferencial, a exponer un póster o una comunicación en un evento, sobre economía, sobre educación a adultos.

Y también es dónde empecé a aprender sobre HTML y CSS y JavaScript, sobre Apache y a programar en PHP.

Fue donde tuve mi primer acercamiento con la creación de servicios en la nube, aplicaciones online, formularios en línea y otro porrón de cosas.

Y también dónde aprendí sobre mí mismo, cómo te puedes llegar a hundir, cómo te puedes volver a levantar, a tomar decisiones, a generar ideas, a explicarlas, a ser rechazado, a ser apartado, a poder presentar un proyecto ante una audiencia y sentir que te aplaudían y que te pedían más información.

Aprendí lo que es una montaña rusa con una primera y larga etapa llena de luces seguida por una abrumadora y lenta etapa llena de oscuros.

Como la vida misma.

Si tienes curiosidad:
https://web.archive.org/web/*/funcis.org*


Primera versión del texto del miércoles 24 de mayo de 2024. Sin revisión posterior. Estos recuerdos están escritos desde la memoria, recurriendo muy poco a documentación, así que es probable que haya algún error (por si compartiste esos años conmigo). Y hay que tener en cuenta que este es mi punto de vista, no un relato de hechos exactos sino una descripción de cómo viví aquellos hechos profesionalmente.