La red social para hacer facturas: socialERP

Esta historia es de un proyecto personal.
Trayectoria profesional: Qué hice o LinkedIn.

Honestamente, no recuerdo el nombre que le puse a esta idea, pero fue la que me hizo abandonar un trabajo estable en una consultora tecnológica, PROYECTRAN, para lanzarme a la aventura de buscar financiación para una startup.

Una idea que diseñé (y programé), funcionaba y para la que no supe encontrar interlocutores ni business angels ni nada que se le pareciese.

Más bien lo que encontré sería una sentencia que duraría 6 años en lo que sería NexBoreal y NexGlobal.

Un proyecto empresarial que nació, desde mi punto de enfoque, con el único fin de generar ingresos para luego autofinanciar mi propuesta de «social-ERP».

Algo que nunca llegaría a suceder.

Y es que uno propone, pero la vida dispone.

Al contrario de lo que algunas personas pensaron en su momento, NexBoral (primero) y NexGlobal, (después) no eran mi proyecto emprendedor original.

Eran solo una excusa para el verdadero proyecto.

(Esa cosa llamada NexGlobal, antes NexBoreal, es algo de lo que aún no he hablado en este blog, al menos no cuando estoy escribiendo sobre la idea del «social-ERP».)

Pero empecemos por el principio, por el propio significado de ERP, Enterprise Resource Planning, un sistema informático que le permite a la empresa administrar sus recursos humanos, financieros, contables, productivos, logísticos y todo lo que necesiten y se pueda gestionar.

Íntimamente ligado a la idea de SAP, como empresa y como concepto, ya que ésta incluye en su SAP Business Center capacidades de automatización y personalización que por lo general no incorporan otros ERP del mercado.

Es decir, SAP es un ERP que, gracias a su versatilidad y flexibilidad (y exigencia en cuanto a nivel técnico para su administración técnica), no solo se ha convertido en el líder del mercado sino en una subcategoría de ERPs por mérito propio.

Así que mi idea era crear un ERP, como lo son las aplicaciones de Software DESOL (te sonará FactuSol), ContaPlus de SAGE, los entornos de a3-ERP de Wolters Kluwer o el entorno de Holded, entre otros muchos.

PEEERO…

(Y esta propuesta la diseñé, blanco sobre negro, planifiqué e hice una previsión de costes de desarrollo durante 2010, recordemos eso.)

Un ERP con ciertas características, algunas, en aquel momento, únicas, otras (permíteme la falta de modestia, disruptivas):

  • Basado en la disponibilidad. Desarrollado en la nube, la empresa cliente no tenía una aplicación que le obligase a tener servidores y terminales potentes; tenía accesos, según la cuenta que contratase, para su personal, para usar el ERP en la web. La empresa solo necesitaba dispositivos tontos conectados a Internet.
  • Basado en la integridad. La empresa podría saber en todo momento, a través de un registro de actividad, las acciones que realizaba cada trabajador/a, desde donde se conectaba, qué creaba, modificaba, borraba o consultaba. Esto permitía hacer undo sobre la propia gestión. Algo no visto hasta ese momento. Además, todos los datos eliminados terminaban en una papelera que permitiría su recuperación segura.
  • Basado en la confidencialidad. Aplicando protocolos seguros, ya en aquel momento, para la transferencia de información. Además de un sistema de confianza del que hablaré enseguida.
  • Basado en la adaptabilidad. Ya que el ERP debería ser altamente configurable y personalizable, tanto a la hora de vender el servicio (yo) como a la hora de usar el servicio (empresa cliente).
  • Basado en la legalidad. Ya que el ERP debería facilitar a la empresa su relación con las administraciones públicas y estar absolutamente al día en cuanto a cumplimiento de las normas, especialmente al día en relación a los cambios constantes o la incorporación de nuevos reglamentos o leyes.

Pero sobre todo…

Un ERP basado en lo social.

Es decir, en facilitar las relaciones entre empresas.

Éste, y no otro, era su principal punto de inflexión. Algo que hasta ese momento no había hecho nadie.

Permíteme que me explique.

En aquellos momentos yo venía haciendo una transición desde lo que había sido mi expertise hasta entonces, programar aplicaciones para gestionar datos en entornos de gestión administrativa (contabilidad, facturación, CRM, recobro, procesos de fabricación, gestión de sindicatos, procuraduría, gestión de subvenciones, gestión bibliotecaria, etc.) hacia lo que era el naciente mercado de la comunicación y el marketing digital.

Esta migración personal venía impulsada por un cansancio (burnout puro y duro) del mundo del código. Había realizado mis últimos proyectos en FUNCIS (de la que hablaré en algún momento) y participado en mi último gran desarrollo en PROYECTRAN (PHP, MySQL).

El proyecto de esta consultora tecnológica llegó a mis manos ya empezado. En realidad eran varios desarrollos personalizados para varios clientes.

Mi aportación fue unificar ese desarrollo e intentar crear un entorno único y adaptable.

Fue aquí, en PROYECTRAN, bajo el mando de Oswaldo Brito (hijo), donde empecé a incubar todas estas ideas.

La idea era muy simple y el origen se encontraba precisamente en esa necesidad, por mi parte, de hacer algo distinto.

Te pondré un ejemplo de a qué llamo exactamente «social-ERP».

Imagina que el administrativo de la empresa ABD SL emite una factura a la empresa FGH SL. Una vez que emite esa factura, si ambas empresas usan mi social-ERP, la persona encargada de recibirlas y tramitarlas en FGH SL la tendría ya cargada en su sistema (eso sí, pendiente de autorizar su recepción, para evitar abusos).

Cuando el jefe de compras de FGH SL quisiera hacer un pedido, a través de la propia plataforma, podría lanzar una petición a ABC SL (o incluso a otras empresas proveedoras) y ésta recibía una solicitud. La persona encargada hacía el presupuesto y una vez pulsase el botón, el jefe de compras de FGH SL lo tenía en su sistema.

La idea, resumiendo, era que si ambas empresas usaban el mismo entorno de gestión en la nube, que el propio entorno facilitase la relación entre ambas, minimizando los tiempos de gestión a (casi) cero, descargando de trabajo al personal de las empresas (gracias a la automatización monitorizada de los procesos compartidos).

Esa optimización de los procesos debería de repercutir en una mejora de la competitividad. Sí o sí.

¡Imagina lo que supondría tener sincronizados automáticamente los trimestrales!

Pero avanzando en todo esto, a esta idea le faltaría algo. La confianza. Imagina que además de poder chatear, enviar mensajería y que los procesos de gestión de distintas empresas pudieran hablar entre sí, a través de gestiones automatizadas o gestiones monitorizadas por personas, sino que además el grado de rechazo mezclado con la posibilidad de aportar reseñas, valoraciones, autorizaciones, aceptación de contactos y otros parámetros, estableciera un grado de confianza sobre una empresa. Pues eso.

Antes de pensar en un «social-ERP» había estado programando aplicaciones de gestión desde 1989 hasta 2010. Casi 20 años.

Ahora bien, cuáles eran mis antecedentes en el mundo del desarrollo de aplicaciones de gestión empresarial.

En 1985, antes de empezar mi FPII como Técnico en Informática de Gestión, mi madre me matriculó, con unos 14 ó 15 años, en un curso de verano sobre BASIC, al que ya le tenía cogido el tranquillo gracias a un MSX que me habían regalado las navidades anteriores.

Con esa edad ya se me presentó la oportunidad de desarrollar una aplicación de gestión de bibliotecas, hecho en BASIC.

En 1989 entré a trabajar en la desaparecida CEINTE, de Carmen Calvo (una de esas mujeres precursoras en las TICs en Canarias). Allí trabajé en el desarrollo de varias aplicaciones que solucionaban necesidades puntuales en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, como la gestión de recibos para el área de Tributos, el control de multas para la Policía Local y muchas pequeñas aplicaciones de «mantenimiento» de bases de datos en diversos departamentos.

Algo por lo que me llevé cierta bronca, por cierto.

(¿Te quedaste a medias? La bronca fue porque programaba muy rápido y creaba soluciones en DBASE que compilaba con CLIPPER y permitían a los funcionarios gestionar pequeños registros y archivos de datos. Eso llegó a oídos de Doña Carmen y el responso fue que estaba regalando algo que CEINTE podría cobrar.)

Allí también trabajé en una aplicación para UNELCO (ahora ENDESA) para la gestión de expedientes. Luego en TyD trabajé en el desarrollo de un entorno de gestión aduanera. Y tras una pausa de algunos años en los que trabajé instalando aplicaciones de contabilidad en ayuntamientos proporcionadas por el Cabildo de Tenerife volví a la programación en la Fundación Canaria de Investigación y Salud, la desaparecida FUNCIS.

Fue aquí donde por primera vez se me ocurrió hacer el desarrollo «en la nube» (cuando nadie usaba ese concepto). Fue una aplicación de gestión de subvenciones donde los investigadores canarios se podían conectar y hacer su solicitud, presentar la documentación, recibir notificaciones y se les comunicaba las subsanaciones necesarias y la resolución final. Ya me explayaré en esto en otra ocasión, pero lo importante aquí era la idea de que la aplicación estaba integrada en la propia web de la Fundación y todo sucedía a través de Internet, sin necesidad de presencia física. Estamos en los años 1999 y 2000, más o menos.

Mientras tanto, desde 1992 trabajaba para un despacho de procurador, D. Antonio Duque, y para una empresa de prefabricados, JULCA SL, ahora desaparecida por cese de actividad. Para D. Antonio diseñé un entorno de gestión integral que le permitía controlar señalamientos, contabilidad por juicio, facturación, informes para clientes y otra multitud de funciones. Mientras que para JULCA hice una aplicación que controlaba los procesos de fabricación (consumo de materias primas, unidades fabricadas, unidades estropeadas, etc.) a lo que se sumó con el tiempo una aplicación de facturación y una aplicación de contabilidad al más puro estilo CONTAPLUS. La relación con ambos duró más de una década, hasta que cesaron en ambos casos su actividad.


Mi paso por PROYECTRAN lo fusionó todo

Y llegamos al culmen de esta historia. Entré en PROYECTRAN SL al mando de Oswaldo Brito (hijo) en 2009 como programador. El objetivo era hacer diversas tareas pero sobre todo crear y mantener webs de clientes.

En aquel entonces no solo estaba algo quemado de picar líneas de código sino que sentía un fuerte interés por la creación de contenidos (lo que me llevó al marketing digital).

De crear y mantener webs se me presentó la oportunidad de darle mantenimiento y mejoras a varias aplicaciones creadas en PHP y alojadas en webs (en la nube) para varios clientes.

La verdad es que el desarrollo que tenían del anterior programador era caótico, estaba sin documentar y contenía múltiples fallos en los modelos de los procesos, pero sobre todo y lo que es más sorprendente, errores de codificación.

Así que propuse empezar de cero con una aplicación única. Una Aplicación para gobernarlos a todos. Una Aplicación para encontrarlos, una Aplicación para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas. (No pude evitarlo.)

El gran problema con esta idea era… yo. Porque al mismo tiempo quería empezar a experimentar con el SEO y con las redes sociales y con el SEM. A cada rato instigaba a mi jefe para que la empresa ofreciese esos servicios. Pero hablamos de 2009. Ni las empresas tecnológicas terminaban de ver ahí una oportunidad ni los clientes estaban preparados (de manera generalizada) para comprar esos servicios.

Y harto del tira y afloja (reconociendo que el problemático era yo, que conste -lo digo Oswaldo por si lo estás leyendo, aunque ya te lo he reconocido en persona-), me fui.


¿Llegué a programarlo?

Sí.

La respuesta es, .

La primera beta estaba en un ordenador personal en casa, donde había montado un servidor Apache con PHP y MySQL que, por aquel entonces, era el estándar de desarrollo web y aplicaciones en la nube.

E, insisto, hablo de 2011. Aún nadie había vendido el término cloud por el módico precio de unos cuantos miles de euros la charla de innovación. Incluso habiéndose acuñado por primera vez en 1997 el citado concepto, no fue hasta la segunda mitad del siglo XXI que se empezó a popularizar en el ámbito empresarial anglosajón. En España, con sus característicos 10 o 15 años de retraso tecnológico, no haría boom hasta casi llegada la segunda década de este nuevo siglo.

Esa beta permitía realizar una personalización de la empresa cliente, crear todos los usuarios de la empresa, gestionar las tablas de datos básicas (clientes, proveedores, productos, servicios) así como todas las tablas de definiciones (una herramienta esencial para maximizar las opciones de personalización).

Permitía ya hacer los primeros procesos de gestión básicos: presupuestos, albaranes, facturas, contabilidad; y también algunos otros procesos como control horario, personal; gestión de almacén, gestión de incidencias…

Aún le faltaba mucho para incorporar procesos más complejos pero ya era capaz de llevar a cuestas la gestión de una pequeña empresa.

Una de las cosas que sí había implementado, pensando ya en la venta del servicio en online, era la activación o desactivación de módulos. Eso me debería permitir vender paquetes cerrados, vender soluciones (teóricamente) a medida -aunque realmente no lo fuesen- o vender el uso por módulos a los que se accede. Para mí este era el enfoque más obvio, antes que por número de usuarios o volumen de datos, algo que posteriormente se pondría de moda y aún hoy puede verse en multitud de aplicaciones en la nube (tantos euros por tantos usuarios, si quieres más pasa al siguiente plan que es dos veces más caro).

Yo no quería eso porque mi referente era el lanzamiento de CONTAPLUS en los kioscos años atrás, lo que fue un acierto absoluto. Por un precio mínimo cualquier empresa podía tener su programa de contabilidad, sin limitaciones.

Mi idea es que cualquier empresa o autónomo, por muy pequeña que fuese, pudiera usar mi social-ERP. Pero que al mismo tiempo su escalabilidad, adaptabilidad y personalización lo hicieran útil para una empresa mediana. (Las empresas grandes no eran un objetivo. Mi mercado era el gigantesco nicho de PYMEs, micro PYMEs y freelances, tanto español como Latinoamericano.)


¿Por qué no vio la luz el proyecto?

Y cuando me fui, me fui a un espacio de coworking en la Plaza Irineo González de cuyo nombre no quiero acordarme porque me pasé un mes entero trabajando para darles visibilidad para, al finalizar el mes, que me dijeran que de pagar el trabajo nada de nada, que eso era colaborar con el espacio. En fin, eso para otro día.

La cuestión es que ahí conocí al que sería, a la larga, mi socio psicópata en NexBoreal y NexGlobal. Le conocía cuando trabajaba en Learn & Show SL de Yael Oaknin, empresa que se dedicaba a impulsar emprendedores y a sus proyectos.

Fue en el verano de 2011, meses antes quizás, cuando terminé de desarrollar toda la idea, un porrón de páginas donde detallaba lo que proponía. Y no sé en qué momento me tropecé con esa persona ni dónde, porque no lo recuerdo, pero seguramente fue en Tecnológica 2011, que si mal no recuerdo y mi memoria no me falla, fue su primera edición. O quizás fue en cualquier otro evento similar.

La cuestión es que le conté mi idea y él me hizo una propuesta para tutorizarme. De unos 700 euros creo recordar.

Para mí fue impactante que una empresa a la que me acercaba (realmente me acercaba a esta persona, conociéndole como le conozco ahora vete tú a saber si la empresa sabía algo) para pedirle ayudar para emprender, sin tener ni un euro, empezase pidiéndome dinero.

Y aquí coincidieron los planetas. Aunque creo que coincidí con Marte, el Dios de la Guerra, por lo que tendría que afrontar los siguientes 6 años.

XYZ, por ponerle un nombre, quería salir de Learn & Show. Yo quería encontrar recursos para mi «social-ERP».

Y el resultado fue crear una empresa de marketing digital integral, es decir, servicios 360, a través de un concepto de coworking y colaboración entre profesionales (muy yo), que pudiera generar los recursos necesarios para «mi gran idea».

Y la gran idea, murió.


Primera versión del texto del miércoles 21 de marzo de 2024. Sin revisión posterior.