Desmontando la gran mentira moderna: «no necesitas la Universidad»

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El discurso del éxito está lleno de falacias y mentiras. En realidad podemos decir que el discurso del éxito está lleno de vende-humos, y vende-humas, personas que te venden sueños inalcanzables cuyo negocio radica precisamente en vender sueños inalcanzables. Hacerte correr detrás de una zanahoria soñando con ser el nuevo chaval que desde los 16 hace webs y gana dinero y ahora con 19 abandona sus estudios para emprender dos o tres negocios en Internet facturando 1.000.000 de euros (sí, he puesto 6 ceros) al mes.

Ahora dime.

¿Cuánt@s adolescentes a tu alrededor se van a pasar horas y horas estudiando programación, aprendiendo como se monetiza un negocio online y poniéndolo en práctica equivocándose una y otra vez?

¡Conoces a una persona de 17 que es así! ¡Oh! ¡Felicidades! Has encontrado una excepción. ¿Es lo normativo a tu alrededor? ¿No? ¿Verdad? ¡Entonces, cachito de carne! ¿Para qué me discutes?

Ese es el gran error de este tipo de mensajes sobre el emprendimiento, el camino del éxito, el hacerte a ti mism@ y la falsa meritocracia.

Porque aquí no hay meritocracia. Hay humo. Mucho humo.

Pero voy a darte algunos argumentos al respecto.

(Post-data, estoy a favor de la meritocracia, bien entendida, bien ejecutada, bien ejercida, no a la mierda de pseudo-aristocracia que rige España y el mundo latino realmente.)


«El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.»

Winston Churchill, ya sabes, el que dirigió a los ingleses durante la Segunda Guerra Mundial hasta que los gringos echaron una mano cuando les pareció conveniente y beneficioso para sí mismos.

Por qué sí necesitas titulación

Y no voy a limitar, aunque si voy a poner en relevancia, el hecho de tener o no titulación universitaria. Es que si quieres profesionalizarte antes y tener una herramienta con la que abrir puertas sin pasar por la Universidad al menos tienes los Ciclos Medios y, mejor aún, los Ciclos Superiores de Formación Profesional para eso.

Es muy significativo que muchas personas que denostan el tener un título universitario son personas con títulos universitarios (eso me da una rabia del carajo) que no pocas veces tuitean o escriben desde Twitter (llámalo X) sus proclamas cuando no desde la altura de un escenario facturando luego por esa ponencia 2 ó 3 mil euracos o peor aún, desde la mesa de un despacho al que accedieron gracias a… un título universitario.

O son personas que emprendieron y tuvieron éxito y tal vez vendieron su primera startup por un par de millonsejos y con ese pulmón continúan emprendiendo; contratando equipos bien formados que han pasado un cribado donde, ¡oh, casualidad!, ser ingenier@ (primero) muy buen@ (segundo) demostrándolo con tus notas (tercero) forma parte de esos obstáculos a superar en la entrevista tan chuli que te hicieron.

Romuald Fons, por ejemplo, un tipo al que admiro en cierta forma la verdad e incluso envidio por su capacidad para ver el negocio, habla del éxito, del esfuerzo, del sacrificio y de la inutilidad de las titulaciones. Él es un claro ejemplo de todo eso.

Pero dudo mucho que en su equipo no haya titulados universitarios. Y sin embargo siendo uno de los que habla con mayor transparencia sigue lanzando los mismos mensajes… para que compres sus cursos que te llevarán al éxito con el SEO, YouTube o monetizando alguna cosa.

La pregunta es, ¿cuántos Fons o cuántas emprendedoras conoces más allá de los que salen en portadas o son santificados por una entrevista aquí o allá?

Pocos. ¿No es así?

¿Y eres tú una de esas personas exitosas?

No. ¿Verdad?

Entonces, por mera estadística, lo más probable es que termines siendo de ese 90 y tantos por ciento, alto, de personas que trabajará para un escaso porcentaje de la población al que podríamos llamar la élite exitosa.

Vas a trabajar para otr@s.

Esa es la cruda realidad.

Tal vez con el paso de los años te hagas autónom@… y termines trabajando para otr@s. Como yo mismo.

Tal vez con la experiencia en algún momento te aventures a montar un bar, una tienda, cojas la carpintería de tu padre recién jubilado y conviertas eso en un medio de vida. Trabajando para otr@s. (Porque seguirás trabajando como un cabrón o una cabrona pero ahora además te dirán que explotas a los demás y que eres «hdp».)

Y tal vez para tales cosas no necesitarás titulación.

Pero esta gente sigue siendo minoría.

Hay 3 millones de autónom@s en España. El 6,38% de la población.

Así que si tu fin, por falta de carácter o por falta de oportunidad, es trabajar para otr@s, ni ser de la élite exitosa ni ser de los que (al menos en teoría) trabaja para sí mismo, he aquí lo que va a suceder si, siguiendo humos rosaditos y bonitos, pasas de estudiar, pasas de tener una titulación.

Pongamos que decides no estudiar y pasas de servir copas en un bar a vigilar la puerta de un centro comercial para saltar luego de reponedor en Mercadona a intentar ganar algo de dinero (para darte una hostia de las gordas) haciendo de agente inmobiliario captado en la secta de RE/MAX (o cualquier otra similar). Esa es tu historia de persona que trabaja para otr@s sin ninguna titulación específica.

Después de tanto tumbo de levantar cabeza decides presentarte a unas oposiciones. ¿Alternativas? Subalterno. Porque incluso muchos puestos de grupos C (mínimo tener Bachiller o similar) o incluso grupos D (estudios básicos, antes EGB, ahora ni idea) te piden una formación en Grado Medio o Superior de algún tipo de especialidad.

Así que subalterno. O limpieza. O similar.

(Y ojo, para todas esas personas que piensan que denigro estos puestos -dedito corazón arriba para esas personas-, diré que estos trabajos no solos son tan necesarios como el del ingeniero sino que además están demasiado infravalorados cuando son absolutamente esenciales.)

Pero esto no va de idealismos.

Va de realidades.

De esas que jode masticar.

Un subalterno en un ayuntamiento cobrará un salario base y tendrá que esperar 30 años para que a base de trienios pueda tener unos ingresos dignos.

Mientras que las administrativas (grupos C o 3) de la planta 3, subsección de lo que sea, cobran sobre los 1.500, su jefa supera los 2.000 gracias a opositar a un grupo B -puerta que se abrió por su título… universitario- y la jefa de su jefa tocando o superando los 3.000 gracias a pertenecer al exclusivo grupo A… al que accedió por tener ese título universitario tan especial… que te dijeron que no necesitabas cuando hacías el primer año y abandonaste.

¡Ah! Pero, es que no deberíamos aspirar a trabajar para el Estado. Dirás.

Cierto. Pero es la realidad.

Ahora, si te gusta, cambiemos de tercio.

  • Quieres presentar y dirigir un proyecto para un Ayuntamiento o presentar una propuesta. ¿Tu titulación?
  • Quieres trabajar de técnico en una ONG que trabaja con subvenciones públicas. ¿Tu titulación? No, es que mi experiencia… ¡Qué nos digas tu titulación!
  • Quieres trabajar en una empresa de desarrollo web. ¿Tu titulación?
  • Quieres montar un despacho de abogados y ejercer derecho. ¿Tu titulación? Claro, Ángel, obvio, un abogado… titulación.
  • Quieres dirigir un hospital… privado. ¿Tu titulación? ¿Y la titulación de las personas a las que vas a dirigir?
  • Quieres dar formación de empleo de nivel 3. ¿Tu titulación?
  • Quieres, por tu amplia experiencia profesional, ser docente de un Máster. ¿Tu titulación?
  • Quieres montar una empresa innovadora y haces una memoria para buscar un angel business o pedir un ICO a través del banco. ¿Quién eres tú? ¿Tu titulación?

Podría seguir con los ejemplos sin esforzarme mucho pero creo que se capta la idea.

A veces ese muro es formal e insalvable. No hay nada que hacer.

A veces ese muro es informal y con un esfuerzo gigantesco tal vez puedas superarlo para acceder a un pequeñísimo espacio de terreno en el cielo del éxito.

Pero da igual.

¿Tu titulación?

Y sí, sé que existen las excepciones.

Pero hacer categoría con la excepción es de poca inteligencia.

(Lo excepcional no hace la norma. Si fuera así, no sería excepcional. Una obviedad que hay que recordar.)


El mejor consejo que se puede dar

Si fueras una persona lista e inteligente, que no son la misma cosa, quizás optarías por el camino del medio (que es lo que hace la mayoría de las personas que aconsejan que abandones tus estudios).

¿Y cuál es ese camino?

Primero, no hay prisa.

No necesitas tener éxito con 18 ni con 25 ni tan siquiera con 30 años.

Así que entre los 16 y los casi-30 dedícate a cultivarte, a aprender, a adquirir experiencia trabajando aquí y allá, termina tus estudios, especialízate, formate y acumula títulos como si fuera una obsesión.

Esa educación, sea formal (Universitaria o Ciclos) o informal (todos esos cursos del SEPE o privados o Másters que te puedas pagar) te hacen conocer gente, vivencias, entornos distintos y, al final de los conocimientos técnicos y las pocas prácticas que puedas hacer, tener un papelito, que sumará puntos en algún momento si fuera necesario.

Con cada nuevo papelito investiga si puedes aspirar a una nueva oportunidad para seguir creciendo y mejorando.

Trabaja en un bar mientras haces tu ciclo medio y superior, trabaja haciendo webs en una SL mientras haces tu ingeniería, trabaja para una empresa de desarrollo media o grande mientras haces tu especialización o máster.

Crece.

Crece.

Crece.

Crece.

Y deja a esos mesías de mierda, a ese pequeño 1% o 3% o 5% de exitosos y exitosas que sigan vendiendo sueños cursos.

Seguramente vas a estar en ese 90 y pico por ciento que no destaque, que trabaje para otr@s, que sea una pieza anónima más en el gigantesco puzzle que resulta ser una sociedad cualquiera. Sea en España, en China o en la USA gringa. Da igual.

Pero, he aquí la maldita realidad, no se tiene una vida anodina igual con 1.000 que con 2.000 euros el día que cobras la nómina.

Ni tienes en la cabeza las mismas ideas ni siembras las mismas oportunidades si has crecido que si no lo has hecho.

Así que haz el puto favor de puto terminar tu puto título universitario de mierda.

Solo necesitas sacar una nota mínima para que te den el puto papel.

¡TERMINA TUS PUTOS ESTUDIOS! ¡IMBÉCIL!

Te lo dice alguien que te quiere y se preocupa por ti.


Y recuerda sonreír.

Si te he molestado es que te he llegado. De alguna manera. Pero te he llegado. Espero que para bien.