El desarrollo de software ha de ofrecerse como un servicio y no como un producto final acabado.
Desde este convencimiento arrancan muchas empresas y startups a pesar de que siempre que se plantea esto en algún foro de debate se notan las miradas condescendientes, sobre todo en proyectos para la administración pública.
“En la administración pública se trabaja con presupuestos cerrados y los proyectos tienen que tener un inicio y un fin.”
Es lo que nos han dicho. Es como nuestras empresas tradicionales se han comportado. Y lo que han vendido. Lo que no quiere decir que no haya sido un error como la Catedral de Santiago, así de grande.
Los servicios de luz, agua, electricidad, limpieza, acceso a Internet… también son servicios al igual que la administración de servidores de todo tipo, mantenimiento y configuración de telefonía y entendemos que el software a medida es igualmente aplicable como tal.
En un mundo tan cambiante y convulso creo que es inútil tratar de crear algo que sea definitivo, sobre todo si tratamos de prolongarlo en el tiempo más de tres meses.
Una empresa es como un ser vivo que nace crece y cambia constantemente. Como tal, ha de adaptarse a los cambios de su entorno si quiere sobrevivir. Tanta combinación de cambios imposibilita el poder realizar una solución definitiva.
Si nos empeñamos en vender un programa a medida como si fuera una fotocopiadora nos encontraremos con un producto desfasado antes de ver la luz y al equipo de desarrollo con la intención de cerrar un proyecto que empieza a no ser rentable, entrando en la fase de los parches de última hora para tratar de salvar la situación.
El resultado final será un cliente con unas expectativas creadas esperando con impaciencia obtener un rédito y que al final es lastrado con un producto que en sí mismo genera más trabajo y desconfianza entre sus trabajadores.
Al final se recurre a las hojas de calculo provisionales para salir del paso que se acaban perpetuando como la piedra angular de la gestión de la organización.
¿Por qué ocurre esto?
Sencillamente porque se enfoca el desarrollo de aplicaciones a medida como un producto y no un como un servicio.
Cuando planteas el desarrollo de software para un despacho de abogados, una fábrica de prefabricados de obra, una gran superficie, un ayuntamiento o cualquier otro tipo de cliente, como un servicio, los plazos desaparecen y te centras en el objetivo, que es sumergirte en el negocio del cliente y aportar valor añadido mediante soluciones informáticas que cubran sus necesidades de manera natural y amable.
El cliente va viendo la mejora de sus procesos empresariales desde el minuto cero y trabaja con la tranquilidad de que cada euro invertido en un buen desarrollo revierte en productividad, disminución de costes y calidad para sus clientes.
El analista asiste al staff de dirección y al mismo tiempo esta inmerso en el día a día de los trabajadores para salvar el «gap» existente entre ambos. A partir de ahí aparecen las soluciones que cubren las necesidades de todos por sí solas.
El software a medida es un medio, no un fin en sí mismo, por eso hay que plantearlo como un servicio y no como un producto.
Artículo publicado en NexTecnia.com, departamento de desarrollo de software de NexBoreal.com, mi primer proyecto empresarial serio, mi primer fracaso y el germen de lo que luego fuera NexGlobal.es.
Publicado originalmente el 3 de enero de 2012.
Diría que este texto no es mío originalmente, sino de un colaborador que lideraba este área. Lo rescato hoy porque sigue siendo igual de válido y porque las empresas privadas siguen empeñándose en vender, sobre todo a la administración pública, productos y no servicios, pero hay que decir que es porque la administración pública sigue empeñada en comprar productos y no servicios.
También lo rescato porque era mi pensamiento en aquel entonces, la filosofía que quería imponer en aquel germen de empresa. Y lo que sigo pensando hoy, 12 años después.