Quieres ser tu propio jefe pero no quieres ser tu propio empleado

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Lo que falla no es la receta del éxito, lo que falla es tu compromiso con la meta.

Yo mismo parafraseando a vete tú saber cuánta gente.

¡Hala, a pastar!

Ya tienes el resumen frío e incómodo de este post. Pero si aún tienes ganas de más, sigue leyendo.

La frase ser tu propio jefe se ha convertido en un mantra dentro del mundo de la publicidad, especialmente para aquellos que buscan vender cursos o programas que prometen el éxito empresarial.

  • Algunos, y algunas, venden pura mierda, humo del malo.
  • Otros, y otras, venden las mismas recetas contrastadas de toda la vida pero maquilladas con nuevas palabrejas y anglicismos.

Este artículo se aplica al segundo grupo. Sobre esos cursos, libros, charlas e influencers que ofrecen una guía, un camino, una forma para emprender, para perseguir tus sueños y metas, que no es sino el ABC tradicional basado en:

  • encontrar algo demandado y necesitado en el momento oportuno;
  • comunicarlo -marketing-;
  • y venderlo, ofertarlo, ofrecerlo.

Porque a ellos y ellas les voy a defender. A ti te voy a señalar. (No te va a gustar, aviso.)

Frases como toma el control de tu vida, sé tu propio patrón o alcanza la libertad financiera inundan las pantallas y redes sociales, atrayendo a miles de personas que sueñan con escapar del trabajo tradicional y construir su propio imperio.

Sin embargo, detrás de este atractivo mensaje se esconde una realidad que pocas veces se menciona: nadie quiere ser su propio empleado, ni empleada. La idea de ser tu propio jefe puede sonar tentadora en un principio, pero la realidad es que implica una gran responsabilidad, esfuerzo y sacrificio.

Tú y yo sabemos que eso de ser responsable, realizar un esfuerzo y sacrificar lo divertido en pro de trabajar por un éxito incierto, en fin, que no es un caramelo con buen sabor.

No se trata solo de trabajar desde casa o tener un horario flexible, sino de asumir todas las tareas y riesgos que conlleva un negocio propio.


¿Por qué falla la fórmula del éxito?

Si bien las recetas del éxito comúnmente aceptadas y probadas pueden ser útiles, no son la única clave para alcanzar el éxito como emprendedor. De hecho, muchas personas que siguen estos consejos al pie de la letra no logran los resultados esperados.

La razón principal es que el éxito no depende únicamente de una fórmula mágica, sino del compromiso y la responsabilidad individual.

Ser tu propio jefe implica ser capaz de autogestionarse, mantenerse motivado, tomar decisiones difíciles y asumir las consecuencias de las mismas.

No es una tarea fácil, y requiere de una gran fuerza de voluntad y capacidad de adaptación.

  • Hablar de fuerza de voluntad es hablar de insistir, insistir e insistir, de probar y equivocarse, una y otra vez, hasta que descubres 1.000 maneras de cómo no funciona una bombilla y encuentras la manera correcta la vez 1.001 (seguro que te sonará de donde viene esta analogía tan manida).
  • Hablar de capacidad de adaptación es hablarse de aquella frase manida del volverse a levantar una y otra vez cada vez que tropieces. Pero, cada vez que te levantas, cada vez que tropiezas con cada bombilla que no funciona, aprendes en el proceso y comienzas de nuevo, en un escenario nuevo, con un conocimiento nuevo, probando nuevas cosas. Y lamiéndote las heridas.


El verdadero enemigo: la falta de compromiso

El problema con la mayoría de los cursos y programas que prometen el éxito empresarial es que se centran en la teoría y las estrategias, pero no en el aspecto humano que es fundamental para alcanzar el éxito.

Repito, se centran en la teoría, en los procesos, en las palabrejas, pero casi nunca en lo que más afecta, el factor humano.

No se trata de aprender las mejores técnicas de marketing o de finanzas, sino de estar dispuesto a trabajar duro, afrontar los retos y superar las dificultades.

En otras palabras, el verdadero enemigo del éxito no es la falta de conocimiento o de oportunidades, sino la falta de compromiso con nuestras metas (voluntad) y la falta de capacidad de adaptación in situ (reinventarte durante el mismo proceso).

Si no estás en disposición de sacrificar tiempo, esfuerzo y comodidad, es muy difícil que logres tus objetivos emprendiendo una meta que, para ti y a nivel íntimo y personal, implica éxito.


¿Ser tu propio jefe es la mejor opción?

Antes de lanzarte a la aventura de ser tu propio jefe, o jefa, o jefo, es importante que te preguntes si realmente estás preparado para asumir este reto.

Ser emprendedor no es para todos.

Y hay que ser honesto con uno mismo para evitar frustraciones y decepciones.

Ser soldado es igual de honorable y honroso. También se puede alcanzar cierta solvencia económica como soldado. O tener un mayor margen de tiempo –funcionariando– para invertir en hobbies, aficiones o proyectos locos sin que la rentabilidad sea una meta.

De hecho, quien emprende necesita de quien ejecute. Es un win-to-win (hasta que quien promueve esa startup tan molona se convierte en un generador de precariedad. Eso sí, una precariedad muy cool. O aesthetic sin tienes menos de 30 tacos).

Si decides que este es el camino que quieres seguir, asegúrate de tener la motivación, la disciplina y la resiliencia necesarias para afrontar los desafíos que te encontrarás en el camino. Quizás sea preciso que antes de dar el paso transites por un periodo de autoconocimiento que te sirva para limpiar todas esas mierdas que a cada quien le son propias en su vida en función de su historia personal.

El éxito no se logra de la noche a la mañana, y que requiere de un trabajo constante y perseverante.

En conclusión, la frase ser tu propio jefe no es una fórmula mágica para el éxito. Si bien puede ser una opción atractiva para algunos, es importante tener en cuenta que implica una gran responsabilidad y esfuerzo.

El verdadero éxito no depende de una receta mágica, sino del compromiso y la responsabilidad individual.

Y, por otro lado, siempre tienes la alternativa de redefinir éxito para ti al margen de lo que tu entorno entienda como éxito.

Para mí, éxito es disponer de tiempo personal.

Es decir, hacer rentables mis horas para invertir menos tiempo en producir.

Un significado peculiar, lo sé, pero con una ganancia enorme en calidad de vida. Ganancia absolutamente exenta de impuestos y sobre la que el Estado no puede meter mano. Porque insisto, yo mido mis ganancias en horas para mí y mis ideas absurdas. Hablo de ganar tiempo. Hablo de crear tiempo de calidad.

Pero eso es otra batalla de la que ya te hablaré.